MITOLOGÍA CELTA.

Si comparamos la mitología celta con otras cómo la egipcia, la griega o la romana, de la céltica tenemos poca información. Al llegarnos tan poca información de esta cultura, su mitología es poco conocida en nuestros días.

Aunque hay diversas razones para explicar el porqué no han llegado hasta nuestros días más informaciones sobre esta cultura, la principal es que los celtas desconfiaban de la escritura. Según los celtas, escribir un texto lo paralizaba y los mitos deben vivir. Por ello, los druidas pasaban una gran parte de su formación aprendiendo largos poemas de memoria para poder luego enseñar.

Otra razón para explicar la poca información que nos ha llegado es que no existía sólo un pueblo celta, sino varios. La mitología celta es, por tanto, múltiple y cada región poseía dioses locales (aunque muchos de ellos fueron reconocidos comúnmente). El pueblo celta fue invadido primeramente por los romanos que trataron de hacer corresponder los dioses romanos con los dioses celtas. Sin embargo, los dioses celtas no estaban tan limitados en sus atributos como lo estaban los dioses romanos.

Posteriormente, los celtas fueron cristianizados, aunque los mitos celtas no desaparecieron. De hecho se agregaron a la religión cristiana y todavía hoy perduran en muchos cuentos y leyendas de las regiones célticas. No obstante, algunos monjes irlandeses cedieron a la tentación de transformarles y darles un "toque" más cristiano, más acorde con la religión cristiana.

Entre los mitos que se transformaron a la religión cristiana, encontramos a la diosa Brighid. Esta diosa pasó al cristianismo como Santa Brígida, con los mismos atributos de fertilidad y la capacidad de infundir terror en los ejércitos enemigos.

Entre los grandes mitos de la mitología céltica encontramos el mito de Arturo, aunque este mito ha llegado a nuestros días, reducido a la historia de Arturo y la mesa redonda.


miércoles, 21 de abril de 2010

ALGUNAS DIVINIDADES CÉLTICAS.

La palabra celtas aparece por primera vez en la Periégesis del geógrafo e historiador griego Hecateo de Miletos, contemporáneo a las guerras Médicas, y el primero que en sus Historias o Genealogías trata de separar lo real, lo histórico, de la poesía y de los mitos. Los romanos, por su parte, abrazaron con el nombre de Galli (galos) a todos los pueblos de raza céltica que habitaban no solamente la Italia del Norte y la Alemania del Sur, sino los países entre el Rhin y los Alpes, los Pirineos y el Océano. Como todo pueblo primitivo, los celtas eran politeístas, y cada país veneraba a sus divinidades regionales, a las que vinculaban, mayormente, en aguas, montañas y animales . También contaban con una demonología bastante completa, más importante seguramente en la vida diaria que los grandes dioses. De hecho, ciertos escritores antiguos dicen que los galos creían en una especie de espíritus elementales llamados Dusi, palabra traducida al latín como incubi y succubi. El culto a las aguas (manantiales, fuentes o ríos) estaba muy extendido. Diva, Deva, Devona (la divinidad), era una apelación frecuente de los ríos galos. Los actuales ríos franceses que empiezan con Dive no son otra cosa sino los Diua galorromanos, deformación de Deua, diosa, Borvo, Bormo o Bormanis (el hirviente), dios de las fuentes termales, se reconoce aún en ciertos nombres de estaciones famosas a causa de la temperatura de sus aguas. Pero la más característica de estas divinidades de las aguas era la diosa Epona , especie de Hipocrene griega (epos, ona = hippos, krene), fuente caballita. El caballo que la acompañaba siempre formaba con ella un grupo inseparable. Era también la diosa de la abundancia agrícola, pues nada fertiliza el suelo mejor que el agua. Esta diosa fue la única divinidad celta que tuvo un puesto honroso en el panteón greco-romano. La caballería celta que combatía junto a las fuerzas romanas hizo popular el culto a esta diosa hasta en los países de Oriente. Naturalmente, su propio nombre epos, caballo, la había hecho diosa de la caballería. Los celtas también divinizaban la cima de las montañas, como el pico Ger (garrus deus) de los Bajos Pirineos, que fue una divinidad hasta fines de la época romana. Otros se convertían en morada de los dioses; por ejemplos, Dumias, dios tutelar del Puy de Dome, que acabó siendo un epíteto de Mercurio, cuyo templo se levantaba en su cumbre. La Montaña Negra (mons Abona), los Ardennes (silva Arquenna), etc., eran también divinidades. Los árboles y los bosques también eran dorados. Entre algunas divinidades figuran: Vosegus , dios de los Vogos; Ardvina , ninfa de los Ardennes; Robur, Fagus, Abellion, Buzeno , los dioses-árboles roble, haya, manzano y boj. Entre los animales sagrados están el caballo, el cuervo, el toro y el jabalí. El toro también fue objeto de culto especial, considerando que en muchas mitologías y religiones primitivas, como la egipcia y la minoica, se tiene en cuenta a este animal, símbolo de fuerza y del poder generador.

CERNUNNOS, EL DIOS ASTADO.

Hubo un tiempo en el que los bosques eran sagrados y la vida de los seres humanos latía al ritmo de las estaciones. En Europa , los últimos representantes de esa época fueron los celtas, pueblo místico de orfebres, carpinteros, guerreros y poetas. Heroicos pero desorganizados, sucumbieron a los ejércitos de Cayo Julio César y sufrieron los rigores de la romanización. Un último reducto de su cultura quedó intacto en las Islas, pero incluso hasta allí llegarían más tarde los misioneros cristianos, propagando la palabra de aquel dios extranjero que había muerto en la cruz. Poco a poco los antiguos dioses fueron olvidados y el hombre occidental dio la espalda a la Naturaleza definitivamente.
De Cernunnos , dios celta de los bosques, nos ha quedado su recuerdo grabado en la piedra. Aparece, por ejemplo, en un grabado rupestre del siglo IV a.C. en Val Carmona (Álpes italianos), en un fragmento de cerámica pintada del siglo II a.C. encontrado en Numancia y en el caldero de plata dorada del siglo I a.C. hallado en Gundestrup ( Dinamarca ). Conocemos su nombre (que, por otro lado, puede rastrearse en topónimos de gran parte de Europa) gracias a un pilar dedicado a Júpiter en el siglo I d.C. por los marineros de Lutecia ). Se le representa como un ser antropomórfico al que unas astas de ciervo le salen de la cabeza. Está sentado con las piernas cruzadas, en la mano derecha sujeta un torques y en la izquierda una serpiente con cuernos de carnero. A su alrededor descansan animales diversos: jabalíes, ciervos, lobos…, a los que en algunos grabados da de comer de un saco. Estos atributos nos lo presentan como un dios poderoso. Es el señor de los bosques, de los animales salvajes, del ganado y de los animales acuáticos . Protector tanto de la presa como del cazador, es también un dios de la abundancia, la fertilidad y la renovación, y, por tanto, asociado al mismo tiempo a la vida y a la muerte.
El culto a Cernunnos difundido en la antigüedad ha desaparecido y las oraciones que los celtas empleaban en él están perdidas para siempre. Pero ¿a donde van los dioses cuando nadie cree en ellos? Quiero pensar que ahora, mientras las máquinas llenan el aire de ruido invisible, el cemento devora el horizonte y hasta la lluvia nos molesta, Cernunnos aguarda en lo más profundo del bosque, esperando a que llegue el día de volver a enseñarnos el camino. Imagino que alguien pasea por el sendero cercano a un robledal. Anochece y un extraño resplandor azul brilla sobre el bosque. Desconcertado, el paseante ve salir de entre los árboles a un ciervo que se acerca a él sin miedo, le rodea y se dirige otra vez hacia los árboles. Antes de volver a la espesura, el ciervo se para y lo mira, como esperando a que lo siga. Al paseante le invade una intensa sensación de irrealidad. ¿Acaso no ha soñado esto una vez? Sin apenas darse cuenta de lo que hace, se dirige hacia el ciervo y ambos se internan en el bosque. Avanzan despacio, pero con un rumbo fijo. Los árboles son cada vez más frondosos y el hombre siente ahora paz y plenitud. En el aire flota la promesa de una revelación…

LA TRINIDAD CÉLTICA.

La religión de los pueblos celtas resulta bastante misteriosa. Los únicos datos escritos con los que contamos provienen de autores romanos, concretándose la mayor parte de estos en los galos, una rama de los pueblos célticos, y encontrándose, principalmente, en una obra cuyo título es De bello gallico (La guerra de las Galias), redactada por Julio César . Aunque también los escritores e historiadores romanos Tácito, Virgilio y Lucano han aportado información interesante sobre esta civilización. Tampoco contamos con textos sagrados en la cultura céltica , pues los sacerdotes druidas transmitían sus enseñanzas exclusivamente por vía oral. Para cuando César invadió la Galia había ya, junto a los dioses-elementos primitivos, una trinidad antropomórfica que nos llega a través de Lucano en su Farsalia. Este es mucho más preciso, y hasta podríamos decir más científico, que César. Lucano menciona a tres divinidades célticas con sus verdaderos nombres, a las que se dedicaban sacrificios cruentos, de hombres y de animales. Esta trinidad está compuesta por Teutates (o Eutates), Taran (o Taranis) y Esus (o Eso). Esus , el leñador divino que vemos representado en el Pilar de los nautas hundiendo su hacha en el tronco de un árbol, podría ser el arquitecto del Universo o una simple divinidad de los bosques. En general, era considerado “ el que se erguía en los altares terribles. Dios esencialmente ávido de sangre, asesino, que inspiraba los combates y llenaba de violencia las batallas ” . A él eran inmolados los enemigos en los combates; tras ellos, a los prisioneros. Pero los sacrificios que le eran más gratos consistían en ahorcar a sus víctimas de un árbol. Taran era el dios del trueno, del rayo y de las tormentas; análogo al Júpiter romano. Lo mismo que Esus, Taran es citado por Lucano, pero no hay otra mención que ésta. En alguna ocasión aparece portando una especie de maza de largo mango en la mano izquierda, y una vasija cónica en la diestra. Teutates es más conocido. Como parece indicar su nombre (teuta, pueblo), era el padre del pueblo, el dios de la tribu. Los romanos vieron en él “ el principal de los dioses comunes a todos los galos. Dios nacional de la Galia, había sido defensor de sus tribus ” . Pero como en las inscripciones se le ve asociado únicamente a Marte (Marti Toutati), o bien Teutates era un calificativo divino aplicado a Marte, o bien equivalía simplemente al Marte galo, es decir, a una divinidad esencialmente guerrera.

EL LAMENTO DE LA BANSHEE.

Es privilegio de las familias irlandesas de más puro linaje que un ser sobrenatural llore con antelación la muerte de cada uno de sus miembros, anunciándola así desde el bosque o junto a una ventana mediante susurros, lamentos o alaridos ultraterrenales. Quien de tal manera muestra su duelo es la banshee , “ Bean Sidhe ” en gaélico, mujer feérica de la raza de las hadas. Toda familia de pedigrí tiene la suya propia. Borges escribió que la banshee “ es menos una forma que un gemido que da horror a las noches de Irlanda ” , pero lo cierto es que muchos testigos afirman haberla visto, algunos tan ilustres como Lady Ann Fanshawe , autora de uno de los más entrañables y celebrados libros de memorias del siglo XVII. Una noche, alrededor de la una, mientras ella y su marido se encontraban como huéspedes en casa de los O ’ Brien, la despertó una voz que provenía de la ventana: “ Aparté la cortina y, en el marco de la ventana, vi a la luz de la luna a una mujer inclinada en la ventana, a través del marco, vestida de blanco, con el pelo rojo y el rostro pálido y cadavérico: en voz alta, y en un tono que nunca había oído antes, dijo tres veces ‘ Un caballo ’ ; y después, con un suspiro más parecido al viento que al aliento, desapareció y su cuerpo me pareció más semejante a una nube espesa que dotado de sustancia ” . Las descripciones de la banshee varían bastante, aunque parece haber dos modelos básicos. El primero la pinta como una mujer completamente envuelta en un sudario , a la cual ni siquiera se le ve la cara, y que suele ser vista agachada entre los árboles mientras llora de una forma tan triste que parte el corazón oírla. Según la segunda descripción, se trata de una anciana de rostro horrible aunque melena larga y vigorosa, vestida con un vestido verde y cubierta por un manto gris. Este es el tipo que prefiere acercarse a las ventanas, aunque también puede ser vista en el bosque. A pesar de que algunos autores dicen que también puede aparecerse como una virgen hermosa o volando por los aires, lo normal es que su visión produzca terror, miedo o, al menos, inquietud. Quien encuentra o escucha a la banshee no suele ser el propio interesado, sino algún familiar o, a veces, terceros que ni siquiera lo conocen y que solo posteriormente, al saber de su muerte, comprenden realmente de qué tipo de aparición han sido testigos. Cobran sentido entonces las enigmáticas palabras de la banshee, si es que en esa ocasión ha susurrado algo. A veces solo emite un lamento suave y musical que resulta al mismo tiempo triste y hermoso. Aseguran algunos que el canto funeral irlandés conocido como “ keen ” o “ caoine ” es una imitación de este lamento. La fidelidad de las banshee las lleva a seguir a los miembros de su familia allá a donde vayan. Así la de los O ’ Grady siguió a una rama de esta familia a través del océano Atlántico cuando se mudó a Canadá. En una ocasión su grito quebró la noche canadiense. Al día siguiente, el cabeza de familia y su hijo mayor morían ahogados en la costa justo a la misma hora en la que se la había oído.
Se puede decir, por tanto, que allá donde se encuentre un irlandés de pura sangre celta a punto de pasar al Otro Mundo , sea en, por ejemplo, Londres, Barcelona, Buenos aires o Tokio, podrá escucharse el sobrecogedor lamento de la banshee.

EL KELPIE Y OTROS CABALLOS DE AGUA.

Según el folclore de los países de habla gaélica, seres malignos con forma equina habitan bajo las aguas de ríos, lagos y mares. Son carnívoros y voraces, y cuando sienten hambre emergen de las profundidades para acechar al ganado y a los seres humanos. Su aspecto resulta idéntico al de un inofensivo caballo , semejanza que aprovechan para engañar a los incautos que se acercan por la noche a las riberas. Quien monta en su lomo no vuelve a bajar con vida, pues entonces estas criaturas se arrojan al agua velozmente, arrastrando consigo al sorprendido jinete, quien es devorado vivo si no tiene la suerte de ahogarse antes. Cada zona posee su propia variante o subespecie. En la Isla de Man mora el cabyll-ushtey ; en Escocia el kelpie y el each uisge …, todos con sus peculiaridades propias. Así, por ejemplo, los cabyll-ushtey presentan un color gris pálido, mientras que los kelpie son negros o amarillos y a los each uisge se les suele describir con el pelo brillante. Por otro lado, las dos primeras variantes tienen su hábitat en los ríos, mientras que la tercera prefiere los lagos y el mar. Curiosamente, se dice que los kelpie aúllan y gimen antes de las tormentas y que a los each uisge no les gustan los riñones de sus víctimas, único resto que unos días después del ataque aparece flotando en la orilla. Pero, a pesar de estas diferencias, son todos igual de peligrosos, arremeten contra el ganado con parecida ferocidad y utilizan la misma treta para cazar humanos desprevenidos. Cabe preguntarse si su forma de caballo no es más que un disfraz para atrapar a sus presas, hipótesis a la que apunta el hecho de que en algunas narraciones puedan adoptar también el aspecto de un hombre tosco e hirsuto (y los each uisge además el de un ave gigantesca). ¿Distintas pieles para un monstruo aun más horrible? En una de las historias habitualmente citadas acerca del cabyll-ushtey , se le describe simplemente como “ una cosa monstruosa ” que surge del río y descuartiza a un becerro. Otra narración nos habla de un each uisge que en Raasay (Escocia) devoró a la hija de un herrero. Decidido a acabar con el monstruo, el herrero convocó a su hijo y ambos acamparon junto al lago que frecuentaba el caballo diabólico . Por la noche, forjaron unos grandes garfios que dejaron al calor del fuego. Después sacrificaron una oveja y la colocaron en la orilla como carnaza. Mientras montaban guardia, un caballo feo y peludo emergió del agua rodeado por una bruma hirviente, salió a tierra y se acercó al cadáver de la oveja. Padre e hijo aprovecharon aquel momento para clavarle los garfios hasta matarlo. A la mañana siguiente, los restos de la bestia se habían convertido en una masa gelatinosa sin forma. Algunas leyendas afirman que es posible someter al kelpie a la voluntad de uno si se sustituye su brida mágica por una humana. Eso dicen que hizo Graham de Morphie, quien utilizó al caballo sobrenatural para construir su nuevo castillo. Una vez terminada la fortaleza, lo libero quitándole la brida, pero entonces el kelpie lo maldijo a él y a todos sus descendientes, y desde entonces estos no tuvieron más que desgracias.

BLACK ANNIS, LA OGRESA ANTROPÓFAGA DE LEICESTER

Desesperación, terror, oscuridad… la materia de la que está hecha Black Annis es la misma que nutre las pesadillas. Ogresa diabólica con aspecto de vieja bruja, piel azulada, dientes largos y un solo ojo, esta criatura infernal se deleita desgarrando carne humana, especialmente la de los niños que atrapa en el bosque. Y después de comérselos crudos, esparce los huesos por el monte y cuelga de las ramas de los árboles las pieles vacías. Su morada se encuentra en las Danehills, condado de Leicester (Inglaterra), en una cueva que ella misma construyó profanando la roca con sus garras de acero. Cerca de la entrada, invisible debido a un arbusto de afiladas púas que la tapa, crece un roble viejo en el cual se oculta, aguardando a que pase por debajo algún niño, o si el hambre aprieta algún cordero descarriado, sobre el que arrojarse. Durante ciertas noches, terroríficas para los habitantes de Leicester, Black Annis abandona la proximidad de su cueva para asediar las casas de campo. Prueba las cerraduras de las puertas e introduce su brazo por las rendijas de las ventanas, demasiado estrechas como para que ella pueda pasar. Afortunadamente, el rechinar de sus dientes o sus aullidos ponen en alerta a los habitantes de la casa, que se juntan en el centro del salón, esperando a que la bruja se dé por vencida. Y, aún así, a veces faltaba algún niño por la mañana…
Cuando no conseguía ninguna presa humana en las casas de campo, Black Annis saciaba su hambre con el ganado o, en otro tiempo, subía a acechar las cámaras subterráneas del castillo de Leicester . Según se decía, su madriguera conectaba con ellas a través de un largo túnel. Además de en Leicester, ha sido vista también en los páramos y las laderas de las Tierras Altas de Escocia, a la entrada de alguna cueva, sentada sobre un montón de huesos, que era lo único que quedaba siempre que una partida de batidores retornaba al lugar para darle caza. La ogresa se había marchado en busca de territorios más propicios. Tampoco en Leicester tenían mejor suerte. Hasta finales del siglo XVIII todos los domingos de Pascua se realizaba allí una batida con perros sabuesos en la cual se empleaba como señuelo un gato muerto bañado en anís. La cacería tenía un carácter simbólico y no hay noticias de que la bruja apareciese. La creencia en esta criatura, que según algunos autores deriva de una deidad celta o prehistórica venida a menos, se mantuvo viva en Leicester hasta mediados del siglo XX.

HADAS, COMUNICARSE CON ELLAS.

Mucho se ha hablado sobre los seres maravillosos que sobrevuelan nuestra imaginación y la realidad. Muchos de estos seres son alados, y están profusamente relacionados con leyendas y mitos antiquísimos. De estos, las Hadas son las más renombradas en leyendas clásicas y contemporáneas. Se dice que existe hoy en día mucha gente que realiza gran cantidad de ritos para acercarse a la naturaleza y así poder lograr el contacto con los seres elementales y comunicarse con su reino. En realidad, lo que realizan estos individuos es la práctica de la magia natural, mayormente en los periodos donde se producen los cambios de estación, en días comunes, a la medianoche o en el crepúsculo. Su práctica se focaliza en cada uno de los elementos, ya que cada uno tiene su propio ritual, y para ello deben visitar diversos lugares sagrados, como grutas, lagos o cascadas. Realizan festejos sobre todo cuando hay luna nueva, a la que denominan Sidhe, ya que es a través de ésta que se logra la conexión con el reino de las Hadas . Ya que el Sidhe es un plano intermedio, estas personas capaces de establecer el contacto con estos seres maravillosos buscan momentos y lugares especiales para realizar las uniones psíquicas con los espíritus de la naturaleza. En la misma medida existen excelentes zonas mágicas intermedias en otros ámbitos más comunes y accesibles, como por ejemplo los puentes, los portales de los jardines, las entradas a las grutas o las orillas de algunos ríos. Todos estos lugares, para ser útiles, deben ser poco transitados y no estar expuestos a demasiadas miradas curiosas. La gente que se contacta con las Hadas se vale de algunas herramientas, como por ejemplo, basarse en la información que les brindan los cuentos y leyendas antiguos, su imaginación, el entrar en trance, la meditación, escuchar determinados tipos de música, leer o escribir poesías, pintar, y, ante todo, disfrutar de la naturaleza misma. Les es muy útil caminar por los parques o los bosques, mirar el cielo, contemplar la luna, tocar y sentir la rugosa corteza de los árboles, disfrutar del perfume de las flores, contar las estrellas, embelesarse por los paisajes marítimos o selváticos, o simplemente soñar despiertos mientrsobservan las nubes. Se dice que, por su naturaleza emotiva y sensible, los que más capacidades reúnen para comunicarse con las Hadas, son los artistas, en todos sus tipos: poetas, pintores, músicos, fotógrafos… Pero en realidad, cualquier alma que pueda sucumbir a los encantos de la naturaleza y que sepa encontrar la magia en cada pequeño detalle de la vida es apto para establecer la comunicación.